jueves, 7 de noviembre de 2013

Ojalá correr en dirección contraria signifique encontrarse al final del camino.

No sabíamos nada
y comentábamos la vida
como quien comenta una película mala de domingo
y nos reíamos
como si no tuviésemos nada que perder
y nunca llorábamos
aunque tú siembre tenías los ojos mojados
y yo la cara encendida.

Y cambiabas de sonrisa cada domingo
pero siempre era triste
y a mí se me redondeaban los ojos
los días más fríos del mes
y se me entristecían cuando llovía.

Tú siempre tenías paraguas de repuesto
y te quejabas del sol cuando quemaba
de la luna
del calor
del frío
del viento
y te quejabas
por gusto
por obligación
por amor a la queja
porque sí
¿y por qué no?
Y yo me reía
y tú también
porque nacimos cansadas
y para quejarnos
por que si no qué sentido tendría la vida
y me reía
y abrazaba todos los cojines
y te abrazaba a ti
y tú te reías
y todo pasaba más lento
si madrugábamos
y más rápido
cuando el sueño nunca pasaba a vernos
y en tu casa siempre era invierno
pero nos gustaba así.

Me acuerdo de todo.
De cada conversación absurda
del principio
del final
de las puertas abiertas
que luego vi cerradas
y no tuve el valor de abrir
de las conversaciones que no tuvimos
de las que duraron horas
de las de verdad
de la tristeza que nos abrazaba
mientras nos moríamos de risa.

Me acuerdo
pero yo siempre fui cobarde
y tengo predilección por las pérdidas
y quizá tú
eres más tú sin mis vaivenes
-en los que siempre te arrastraba
porque contigo el mareo
era más llevadero-
ojalá te acuerdes tú también
ojalá te rías
de esta muda que sigue con jaqueca
cuando la estación cambia
y ya nunca pisa la playa.

Ojalá todo te sea más bonito
y retuerzas la pena entre las manos
hasta hacerla agua
y cantes en la ducha
aunque te escuche todo el bloque
y ante todo
ojalá sigas siendo tú
eso siempre ha sido suficiente.

Y si algún día tienes miedo
o hace demasiado frío
o simplemente quieres cerca a alguien
estaré aunque sea la última persona
que quieras ver
aunque te incomode
y me incomode
explicarte que no huí
que esperé como quien espera
cartas que vienen en botellas
pero nunca me atreví a llamar
y eso sí
es culpa mía.

Y si nunca vuelvo
es que jamás me he ido
y si nunca vuelves
sigue existiendo
tal y como existes
que con eso
me basta.

viernes, 1 de noviembre de 2013

¿Por qué combatimos?

Si sangro
¿eres tú la herida o la cicatriz?

Mírate
te adivino el esqueleto y el orgullo
tus manos son punzones
que agujerean mis rodillas
repitiéndome
una y otra vez
que sólo estás aquí
como los fantasmas que merodean mis sueños:
de paso.

Ya no te abrazo con la intención
de hacer otro nudo más
en esa cuerda gris
que no necesita ser corpórea para existir
esa antes tensa y suave
esa que ahora ata tu ausencia
a mis dedos.
Lo cierto
es que ya no te abrazo.

Veo la junta de mis huesos
el beso de dos venas
justo en el lugar donde una vez me pellizcaste
regalándome una marca morada
durante una semana
ya sabes que en mi piel todo dura demasiado.

¿Recuerdas esa operación que una vez inventaste
cuando jugábamos a recordar lo no vivido?
Con puntos saltados
sangre en las paredes
y tú despertándote
y gritándole a los médicos
pero nadie te escuchaba.
No sé
llámame loca
yo no la olvido
casi parece estar sucediendo en la cama de al lado
estar sentada aquí
viendo tu programa favorito
sin ti
es igual que aquella operación ficticia
duele tanto que no puedo gritar
quizá estoy también anestesiada
como tú entonces.

Tengo 20 años

una columna indecisa
y un corsé
que hace las veces de tu cuerpo
para guiarme de madrugada.

Tengo 20 años
tú siempre lo decías
20 años y soy pequeña
y no sé lo que quiero
y tampoco lo que no quiero
tú siempre repitiéndolo
20 años, demasiado pequeña
y me hablabas de pájaros en la cabeza
de jaulas cerradas que parecen abiertas
de influencia y de miedo
y yo te gritaba lo equivocado que estabas
por crearme así
y te tiraba de la cama y del pelo
y escribía en las paredes las palabras que más odias
para que sólo me mirases a mí.


Ahora te veo
a veces
paseando por tu calle
pero ya no eres tú
caminas con esa cojera casi imperceptible
y el abrigo verde de tu abuelo
que pica si lo llevas durante todo el día
te veo rascarte escondiendo las manos dentro de los bolsillos
y me escondo
pero no eres tú
no miras al centro de los ojos
traes el mismo frío
que los hombres grises en los que nunca quisiste convertirte
y cómo vas a ser tú
si no te queda tiempo dentro.

Quizá has crecido y ya no haces aterrizajes forzosos
de madrugada
ni juegas a recordar
quizá ya no quieras viajar
a la isla desierta que soñabas
donde sólo cabías tú tumbado
pero merecía la pena
porque en su cielo siembre había lluvia de estrellas
no sé
creo que eso es lo que más me duele
que no viajes
o no creas en la teletransportación
o la magia
o los duendes

ya no buscas la vía láctea
y yo sigo sin encontrarla
y eso es lo que más me duele.