viernes, 1 de noviembre de 2013

¿Por qué combatimos?

Si sangro
¿eres tú la herida o la cicatriz?

Mírate
te adivino el esqueleto y el orgullo
tus manos son punzones
que agujerean mis rodillas
repitiéndome
una y otra vez
que sólo estás aquí
como los fantasmas que merodean mis sueños:
de paso.

Ya no te abrazo con la intención
de hacer otro nudo más
en esa cuerda gris
que no necesita ser corpórea para existir
esa antes tensa y suave
esa que ahora ata tu ausencia
a mis dedos.
Lo cierto
es que ya no te abrazo.

Veo la junta de mis huesos
el beso de dos venas
justo en el lugar donde una vez me pellizcaste
regalándome una marca morada
durante una semana
ya sabes que en mi piel todo dura demasiado.

¿Recuerdas esa operación que una vez inventaste
cuando jugábamos a recordar lo no vivido?
Con puntos saltados
sangre en las paredes
y tú despertándote
y gritándole a los médicos
pero nadie te escuchaba.
No sé
llámame loca
yo no la olvido
casi parece estar sucediendo en la cama de al lado
estar sentada aquí
viendo tu programa favorito
sin ti
es igual que aquella operación ficticia
duele tanto que no puedo gritar
quizá estoy también anestesiada
como tú entonces.

Tengo 20 años

una columna indecisa
y un corsé
que hace las veces de tu cuerpo
para guiarme de madrugada.

Tengo 20 años
tú siempre lo decías
20 años y soy pequeña
y no sé lo que quiero
y tampoco lo que no quiero
tú siempre repitiéndolo
20 años, demasiado pequeña
y me hablabas de pájaros en la cabeza
de jaulas cerradas que parecen abiertas
de influencia y de miedo
y yo te gritaba lo equivocado que estabas
por crearme así
y te tiraba de la cama y del pelo
y escribía en las paredes las palabras que más odias
para que sólo me mirases a mí.


Ahora te veo
a veces
paseando por tu calle
pero ya no eres tú
caminas con esa cojera casi imperceptible
y el abrigo verde de tu abuelo
que pica si lo llevas durante todo el día
te veo rascarte escondiendo las manos dentro de los bolsillos
y me escondo
pero no eres tú
no miras al centro de los ojos
traes el mismo frío
que los hombres grises en los que nunca quisiste convertirte
y cómo vas a ser tú
si no te queda tiempo dentro.

Quizá has crecido y ya no haces aterrizajes forzosos
de madrugada
ni juegas a recordar
quizá ya no quieras viajar
a la isla desierta que soñabas
donde sólo cabías tú tumbado
pero merecía la pena
porque en su cielo siembre había lluvia de estrellas
no sé
creo que eso es lo que más me duele
que no viajes
o no creas en la teletransportación
o la magia
o los duendes

ya no buscas la vía láctea
y yo sigo sin encontrarla
y eso es lo que más me duele.

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